Silvia Crespo

Aquel lugar quedará siempre en mi recuerdo. Las conversaciones durante las comidas, los ratos en la sala de recreación, en la cocina, los paseos y las risas.

Memoria de mi viaje a Rwanda

Aquel lugar quedará siempre en mi recuerdo... junto a las conversaciones durante las comidas, los ratos en la sala de recreación, en la cocina, los paseos, las risas, los bailes compartidos, las muestras de cariño y agradecimiento continuas...

Por fin llegó el viaje a Rwanda con las religiosas de San José de Gerona.

Era un proyecto que me ilusionaba pero que no sabía cómo concretar. Quería hacer una aportación desde la Psicología Clínica, que es a lo que me dedico, como moneda de cambio a la oportunidad que me brindaban las hermanas y las gentes de allí de conocer su país, su cultura y compartir momentos de convivencia.

Me monté en el avión el 2 de Octubre, después de varias horas de vuelo aterricé en Kigali, capital de Rwanda. Allí las hermanas Nati y Josefa y Baltasar, el chófer, me recibieron y comenzaron a cuidarme y a acompañarme, cosa que hicieron durante toda mi estancia allí.

Fuimos camino de Kamatongo donde estaba la comunidad donde viviría. No podía creer que estaba en suelo africano. Miraba por la ventanilla sin querer perderme nada de lo que sucedía fuera. Era casi de noche. Numerosas luces de casas en las colinas y gente por las calles, mujeres con sus trajes coloridos, hombres sentados en las puertas de casas y tiendas... un bullicio de vida al atardecer.

La noche se fue volviendo oscura a medida que avanzábamos por la carretera que atraviesa Rwanda y que tantas veces después transitaríamos  para desplazarnos de una región a otra.

Por fin llegamos a Kamatongo y entramos en la casa. Allí un grupo de chicas salieron para darme la bienvenida de forma alegre y cariñosa. Me sentí sorprendida y muy bien acogida.

Durante la primera semana estuve en  la comunidad de Kamatongo donde íbamos a poner en marcha el trabajo planificado: un grupo de encuentro de orientación rogeriana y algunas clases teórico-prácticas sobre las tres actitudes fundamentales de las que habla Carl Rogers: Empatía, Aceptación Incondicional y Congruencia. Pensé que trabajar sobre estas actitudes e incorporarlas en su vida sería algo útil para las jóvenes en formación y su desempeño futuro como religiosas.

Iniciamos el Grupo de Encuentro intensivo de orientación rogeriana (4horas/día). Al inicio estaba expectante pues no sabía cómo iba a resultar en una cultura tan diferente. Poco a poco el grupo fue avanzando y se llegó a un verdadero encuentro humano donde se compartían sentimientos, experiencias, valores... y la esencia más humana disolviéndose las barreras del idioma, la cultura... entonces me sentí privilegiada de ser partícipe de aquella experiencia en la que todos fuimos creciendo, curando heridas de vida y desarrollándonos como personas. Resultó realmente enriquecedor y me sentí muy plena. Al mismo tiempo fuimos viendo en las clases teóricas distintos conceptos y teorías. Me sorprendió cómo llegaba a las chicas toda esa “psicología occidental” y la curiosidad que despertó en ellas. Preguntaban y trataban de comprender adaptándolo a su mundo más cercano. Tengo que decir que para mi toda esta experiencia ha sido un descubrimiento. Pensaba que en un país africano donde cada día es una lucha y conseguir cubrir las necesidades básicas es un reto no había mucho lugar para  lo psicológico. Sin embargo, me he dado cuenta que estaba equivocada y que hay unas necesidades humanas más profundas que son también esenciales (entender e integrar su propia historia, curar heridas, entender su mundo interno y emocional, conocerse...) Tras finalizar esa semana que fue  intensa y enriquecedora partí  a Nyarusange.

Allí me esperaban las prepostulantes que habían iniciado su formación. Como éramos un número reducido no pudimos hacer grupo terapéutico y nos ceñimos a recorrer ciertos aspectos teóricos fundamentales de marco teórico rogeriano como la escucha activa, empatía, aceptación incondicional, congruencia... que les podría servir en un futuro cuando trabajaran con personas. Me sorprendió su curiosidad, la inquietud que mostraban y su sorpresa ante lo que íbamos viendo. Sus muestras sinceras de agradecimiento consiguieron conmoverme en algún momento.

Durante esos días también aproveché para conocer el centro de salud, el centro nutricional y el taller de costura donde las  hermanas la comunidad de Nyarusange trabajaban. Me acogieron calurosamente e hicieron que los días allí fueran muy agradables.

Mi estancia en Rwanda también fue una oportunidad para volver a conectar con lo espiritual. Asistí a algunas misas, donde sin duda la música y los cantos eran protagonistas. Me gustaban las canciones y los instrumentos de percusión que acompañaban al estilo africano. Desde el primer momento me llamó la atención la imagen de su fundadora María Gay Tibau. Nunca había visto una imagen religiosa así. Su rostro me transmitió gran bondad y  mucha curiosidad por conocer su historia que me despertó gran admiración y esperanza.

El resto de mi estancia la dediqué a acompañar a las hermanas en sus actividades. Una de las que más me sorprendió fue la visita a  familias sin recursos. Familias la mayoría numerosas, con niños, y dificultades para  cubrir las necesidades  más básicas. Las hermanas trabajan para poderles facilitar tener un hogar. Realmente me pude dar cuenta de la labor tan importante que han desempeñado durante años y que siguen haciendo en la actualidad. Me parece admirable su gran dedicación y compromiso.

Por último decir que el paisaje lleno de colinas y distintos tonos de verdes que contrastaban con los coloridos trajes de sus habitantes me hipnotizaba. Un lugar que me impactó fue Remera Ruhondo  La belleza de aquel entorno te deleitaba y te dejaba sin palabras. Se respiraba  una calma y tranquilidad que te unía a la naturaleza llegando a sentir una gran paz. Aquel lugar quedará siempre en mi recuerdo... junto a las conversaciones durante las comidas, los ratos en la sala de recreación, en la cocina, los paseos, las risas, los bailes compartidos, las muestras de cariño y agradecimiento continuas... Y por supuesto la gran belleza de África y sus gentes.

En general puedo  resumir mi experiencia  en Rwanda como “un viaje de humanidad” donde  las personas que he  conocido me han dejado huella por su gran generosidad y  capacidad de amar. Me siento muy afortunada. Gracias.

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