Anna de Castro y Helena Batlle

Guinea Ecuatorial nos ha enseñado que en ningún momento hemos ido a "salvar el mundo", sino que hemos dejado que otro mundo nos llene completamente.

Guinea Ecuatorial nos ha enseñado

Guinea Ecuatorial nos ha enseñado que en ningún momento hemos ido a "salvar el mundo", sino que hemos dejado que otro mundo nos llene completamente.

Es difícil resumir las vivencias de un mes entero en un país totalmente desconocido y tan diferente como Guinea Ecuatorial, pero lo vamos a intentar. 

Llegamos a Guinea y fuimos recibidas por las hermanas de la Comunidad. Desde el principio nos pusimos manos a la obra. Teníamos funciones en el Centro de Salud y utilizábamos los momentos libres para ayudar, arreglar y renovar cosas dentro de la casa. Por ejemplo, la creación de la nueva farmacia.

Lo que más nos gustaba era ir a los diferentes pueblos a hacer atención primaria. El hecho de compartir momentos con las diferentes comunidades de los pueblos y, especialmente, los niños, nos dejaba ver la Guinea Ecuatorial pura y necesitada.

Además, tuvimos la suerte de visitar muchas partes del país, especialmente los fines de semana. Guinea es preciosa, llena de playas paradisíacas y de selva. Pero si tuviéramos que simplificar nuestra estancia en este país con una palabra, nos quedaríamos con la palabra Enseñanza.

Guinea Ecuatorial nos ha marcado, ya sea por su gente, por su cultura, por su diversidad y, a la vez, por su desigualdad. Pero sobre todo, Guinea nos ha enseñado. Nos ha enseñado a disfrutar de cada día y de cada momento vivido; a convivir. Nos ha mostrado una nueva y diferente forma de vida, a ser optimistas.

Este país nos ha hecho ver que el egoísmo no nos lleva a ninguna parte, haciéndonos conscientes de lo que damos por supuesto y no valoramos. Nos hemos empapado de otra cultura, de vivir otras costumbres y hemos escuchado otras lenguas desconocidas como el Fang.

Además, hemos tenido la suerte de ver verdaderos ejemplos de constancia, esfuerzo y trabajo. Es por eso que queremos agradecer al Instituto y, sobre todo, a las hermanas de Guinea, por habernos cuidado y ayudado tanto a lo largo de esta experiencia. Por todos los momentos compartidos, las risas y el cariño que nos han dado. Muchas gracias.

Solo nos queda por decir que Guinea Ecuatorial nos ha enseñado que en ningún momento hemos ido a “salvar el mundo”, sino que hemos dejado que otro mundo nos llene completamente.

 

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